​La necesidad de salvar una situación económica comprometida y la fuerte caída de la rentabilidad de la actividad frutícola en la región son dos de las aristas que llevan a productores a vender sus chacras.

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Con la intermediación de las inmobiliarias, las ciudades del Alto valle cambiaron hectáreas de tierras productivas dedicadas a la fruticultura y las convirtieron, en su mayoría, en barrios privados.

 

​​La queja de los productores apunta a la falta de planificación del municipio  a la hora de autorizar nuevos loteos.

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Con el fenómeno de los barrios en la zona rural, se empezó a optar por salir del centro de la ciudad para instalarse en la zona rural. Pero, ya no con el objetivo de tener una casa quinta de fin de  semana, sino como un lugar de residencia fijo.

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Desde las inmobiliarias roquenses se sostiene que esta tendencia se estancó y que con la actual recesión económica los que se inclinan por esta alternativa son cada vez menos.